La producción y difusión de materiales, coherentes en su conjunto con el modelo curricular, son piezas claves para el éxito de una reforma educativa, puesto que no existen dudas acerca del papel activo del libro escolar en la concreción del currículo, ya que para un amplio sector de la docencia resultan el referente curricular por excelencia de su actividad. (Soler García, 1994).
Dicho en otras palabras, existe consenso en considerar los libros escolares como la materialización de los programas de estudio, y también como el referente obligado para alumnos, docentes y padres respecto de la selección de los contenidos.
Es indispensable, entonces, incluir el análisis de los textos escolares como una de las dimensiones de la transposición didáctica, ya que la propuesta editorial actúa como intérprete de la prescripción curricular.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)