Reconocer la importancia de los conocimientos científico-tecnológicos no sólo en sus alcances conceptuales y procedimentales sino también en sus componentes actitudinales -a pocos años del siglo XXI- es una verdad de Perogrullo. Tal vez el grado de obviedad de estas recomendaciones conspira con su puesta en marcha en el ámbito del aula.
Al famoso físico Niels Bohr le preguntaron en cierta ocasión si creía en las herraduras de la suerte, contestó que no, naturalmente, pero que él tenía colgada una en la puerta de su casa porque le habían dicho que traía suerte incluso a quienes no creían en ella.
La finalidad de incidir en la transformación de la Enseñanza de las Ciencias, sólo puede avanzar hacia su objetivo si es capaz de generar en los docentes planteos críticos que, desde lo científico e ideológico, les permitan reflexionar sobre sus propias concepciones muchas veces desfasadas tanto del mundo de la ciencia como del mundo cotidiano, sin poder encontrar eslabones de unión entre uno y otro.
Sólo es posible un proceso de innovación, experimentación e indagación permanente del curriculum en la acción, sf se dan tres condiciones simultáneas (Santos Guerra, 1993): querer -voluntad del profesor el motor que genera la acción-, saber -conjunto de "saberes" y "no saberes" que movilizan y enriquecen el hacer- y poder -concertar las decisiones para el hacer.