Como todas las actividades creadoras del hombre, el teatro presenta un sinfín de aspectos desde los cuales puede ser juzgado. La variedad y complejidad de estos aspectos sólo podría ser comparada, tal vez, con los que ofrece la política. Efectivamente, política y teatro presentan símiles tentadores y útiles para sensibilizar la capacidad de comprensión de los problemas del teatro en los sectores alejados de él. Como la política, el teatro se basa en una concepción del hombre y de su destino, de sus relaciones con sus semejantes y con la eternidad... y también en la mezquina realidad diaria hecha de lucha por la vida, competencia, propaganda, costos y precios, éxitos, intriga, vanidad... Teatro y política, se sientan en las mesas de Dios y del Diablo.