A pesar de que las prácticas extensionistas no siempre han sido una actividad masiva ni totalmente legitimada por la comunidad académica, en los últimos años ha habido un progresivo reconocimiento del impacto de la extensión tanto en la resignificación de los contenidos disciplinares que integran el currículo universitario para la formación de grado, como en la posibilidad de construir conocimiento desde una perspectiva dialógica, territorial y transformadora que se inscriba en lo que Souza Santos (2006) ha dado en llamar conocimiento pluriuniversitario.
Esta perspectiva del modo en que la extensión aporta relevancia a la formación académica, constituye uno de los temas más importantes que atraviesan en la actualidad el debate universitario latinoamericano (Duque, 2010) tanto en relación a los trayectos formativos de los estudiantes y del perfil de los futuros egresados (Cubilla, 2001) como en atención a los aportes que la complejidad de contextos socio-culturales en que se insertan las universidades impactan en la jerarquización de la extensión y en la concreción de los objetivos institucionales.