Al recordar a Alejandro Korn en el centenario de su nacimiento, aparece, como uno de los rasgos destacados de su personalidad de hombre y de filosofo, su vocación educadora puesta en acción. Educador por la índole de su personalidad, estudioso y de fácil comunicación; su figura moral y magisterio fueron inseparables. De profundo saber, de amplia cultura y de constante virtud, fue maestro por su mensaje y por la insistencia en sostenerlo y transmitirlo. Llega a la plenitud de su personalidad cuando alcanza esa categoría mediante el trato fecundo con los jóvenes, ejercicio al que lo llevaba la naturaleza de su alma de educador, colocada sobre todo lo que es vida en formación, juventud llena de ansias. Por el estudio penetra en la historia, en las ideas, en las creaciones intelectuales de todos los tiempos. Cuando ejerce la cátedra despierta en los jóvenes la facultad de pensar, y una actitud crítica, de examen y revisión del pensamiento.