Desde la década de 1960, y como síntoma de los avances del movimiento feminista en Estados Unidos y Europa, las mujeres denuncian el carácter androcéntrico y retrógrado de la ciencia y exigen un espacio de reconocimiento académico donde desarrollarse como sujetos de conocimiento y productoras de teoría. En la Argentina ocurre un proceso similar en consonancia con los nuevos movimientos sociales de derechos humanos, mujeres y feministas fortalecidos por la primavera democrática, que estimularon a las féminas a una mayor participación política que incluyó entre sus estrategias la construcción de espacios propios dentro de las universidades. Desde aquel entonces a la actualidad han proliferado centros e institutos interdisciplinarios, jornadas y congresos que hicieron de la teoría de género la herramienta preferencial para el análisis de las relaciones entre los sexos.
Si bien esta categoría posibilitó la emergencia problemática de los géneros al interior de la academia, aún exige el diálogo con otras categorías feministas para potenciar el pensamiento crítico sobre las relaciones de poder entre los sexos. Acaso ¿podríamos hablar de la formación del mercado de trabajo en Argentina a principios del siglo XX sin considerar la división sexual que opera como estructurante de las relaciones entre los sexos? O por ejemplo, ¿podemos estudiar la feminización de las actividades asistencialistas sin indagar en la centralidad del régimen político de la heterosexualidad y los sentidos políticos, económicos e ideológicos por los que son convocadas las mujeres? Por último, o quizás en principio, ¿podemos continuar haciendo historia de las mujeres en perspectiva de género sin reparar en cómo se construye y los sentidos que operan en tal categoría? En esta línea, y manteniendo la sospecha acerca de los alcances de la teoría de género, es que el siguiente trabajo intenta recuperar el espíritu feminista de cuestionamiento a la ciencia androcéntrica presentando algunas categorías acuñadas desde el feminismo -como el régimen político de la heterosexualidad, el sexage y la división sexual del trabajo, entre otras- a fin de reflexionar sobre sus posibilidades, límites y alcances para el estudio de la historia de las mujeres.