Comenzaré describiendo las etapas de mi proyecto a lo largo de tres años, donde me interesa trazar una analogía casi textual de cómo se fue modificando el espacio concreto con el que habité, hasta el espacio simbólico de mi obra.
La idea del espacio y su influencia en mis actos cotidianos es una constante para el inicio de nuevos interrogantes en la realización de mi producción. Estos interrogantes se volvieron más intensos cuando comencé a percibir mi espacio de trabajo como incómodo, pequeño, aislado y frío. Trabaje durante cuatro años en la recepción del Teatro Argentino de la ciudad de La Plata.
El lugar en concreto era un mostrador ubicado en planta baja en el centro del hall principal del edificio, el cual sirve para que todo visitante que ingresa al teatro pueda dirigirse allí con cualquier consulta. Este mostrador es un mueble de madera, que tiene cinco lados irregulares de color gris, sus dimensiones aproximadas son de 2 metros de ancho por dos de largo. Su proporción en relación a las del edificio y del hall, es muy pequeña. Cabe destacar que por estar ubicado muy cerca a la puerta de ingreso, es que se lo denomina como “La Isla de calle 51”. Allí viví largas tardes de inmovilidad, silencio, quietud y aislamiento.
Advertí en ese momento que estas sensaciones, me llevaron a tener una relación con el espacio de permanente conflicto. Conflicto que evocare a través de mi obra y las relaciones formales y espaciales que se desprenden a través de los juegos entre la forma y la figura.