La reciente revisión posmoderna de los supuestos de la Modernidad a partir del estudio de los significados codificados en el lenguaje permitió cuestionar los estatutos de verdad desde los cuales se erigieron los discursos de las ciencias, la política, la religión y, por tanto, el ordenamiento del mundo en una clasificación jerárquica instituyente donde lo uno (varón, heterosexual, blanco, occidental, propietario) es el ser humano por excelencia, dado que es un ser de razón, de mente, capaz de gobernar, civilizado, el único con derechos, quien posee el saber. Esta transición remite a la “muerte” del sujeto como supuesto estable, ahistórico y universal (antropocentrismo) y abre, en la actualidad, el juego a otras posibilidades de ser y estar en el mundo.