En la historiografía de nuestro país existe una rica tradición de estudios e investigaciones sobre el movimiento obrero, poblada de debates y controversias que han estimulado la producción de los historiadores. El libro de Pozzi y Schneider se inscribe en esta tradición, pero con ciertas peculiaridades. "La historia de la clase obrera argentina sigue viva, y si mucho se ha hecho, aún más resta por hacer. Pero, donde menos se ha hecho ha sido en el estudio de las últimas cuatro décadas". Podríamos agregar que de las últimas cuatro décadas, la que transcurre entre 1983-1993, ha sido la menos explorada. Aquí reside una de las peculiaridades del libro, ya que al centrarse en el pasado inmediato de los trabajadores; los autores se sumergen en una etapa prácticamente despoblada de trabajos abarcativos del conjunto de la realidad obrera. Otra de sus peculiaridades estriba en el afán de los autores por realizar lo que denominan una «historia desde abajo», no institucional, que evite la identificación plena entre estructuras sindicales y el conjunto de la clase obrera, y que les permita avanzar en el estudio de los múltiples niveles que conforman la realidad de los trabajadores. Por último, encaran esta tarea en una actualidad poblada de serios cuestionamientos a la pertinencia de seguir considerando a la clase obrera como un sujeto social particular, en donde las categorías movimiento social o actor social gozan de una estima perdida por los enfoques clasistas.