Cuando adherimos a una concepción antropológica de cultura, afirmamos que todo ser humano es portador de cultura. Esa afirmación tiene consecuencias en el modo en que entendemos, entonces, la educación. La educación popular es un modo de comprender las relaciones pedagógicas. Ante las antinomias inclusión/exclusión; educación popular/elitista; pedagogías amorosas/violentadoras; liberadoras/conservadoras del staus quo, opta por las primeras acepciones. Por esto afirmamos que la práctica educativa es una práctica política, porque siempre elegimos una posición sobre cultura (antropológica o elitista) y eso tiene consecuencias en nuestras intervenciones pedagógicas.