Durante la última década (entre 1996 y 2006 aproximadamente) hemos visto una serie de crisis económicas en los países de América Latina: la debacle mexicana (1994-1995), Brasil (1998), Argentina (2000) y Venezuela (2002). Todos estos países de la región creyeron las promesas del neoliberalismo y como consecuencia se quedaron en la ruina o resultaron con sus economías muy dañadas. Los flujos financieros son distintos de los flujos de bienes (comerciales), no se regulan por sí mismos y el sistema posterior a Bretton Woods no tiene defensas contra estos flujos desestabilizadores.
A finales de la década de los 90’s los flujos de capital eran cien veces mayores que los flujos comerciales y la mayoría de esos flujos de capital no se refieren a actividades económicas reales. Son puramente especulativos, intentos de beneficiarse de conjeturas sobre cómo se moverán los tipos de cambio. Son erupciones repentinas de capital a corto plazo que pueden aplastar un país grande de América Latina. Es un grupo muy pequeño el que se beneficia de este estado de cosas, en el que las constantes son la inestabilidad y la volatilidad. (Berman, 2006, pág. 85).