La cultura masiva en estos 30 años de democracia argentina ha seguido el derrotero de las esperanzas de renovación política: la refundación del espacio público, la gestión de medios y la producción de los contenidos han sido promesas liminares que, intermitentemente, cobraron vida. Los proyectos de renovación surgidos entre 1983 y 2003 levantaron ideales que, sistemáticamente, fueron traicionados. Pero no fue una “conspiración” lo que abortó estas posibilidades, sino la inercia misma de las instituciones y las políticas, las personas y los modos de hacer incorporados. El balance contradictorio de algunos cambios en los medios tradicionales –pocos, pero visibles– se contrapesa con las micro-revoluciones de las tecnologías que, en su infiltración sutil pero constante, exigieron la renovación de las rutinas y contenidos mediáticos y propiciaron otros modos de informarse y comunicarse en la vida privada, devenida semipública por su misma acción.