En el transcurso del año 1948 tuvimos oportunidad de observar y tratar en el Servicio do Cirugía del Hospital de Niños de La Plata, varios casos de hidrartrosis que nos parecieron de características muy particulares. Se trataba en todos ellos de niños que ingresaban al Servicio con una lesión articular de aparición rápida y de considerable importancia, cuya producción vinculaban generalmente a un más o menos dudoso traumatismo. Los familiares agregaban, sin embargo, que el enfermito además se había pinchado con una espina de palmera en un punto cercano a la articulación. La espina, en algunos casos, había permanecido enclavada durante un tiempo -que variaba desde algunos minutos basta uno o dos días- pero en otros su acción se había limitado a entrar y salir inmediataamente, sin romperse, sin dejar fragmentos de ella en los tejidos. La profundidad a que había penetrado se refería también variadamente: mientras unas apenas atravesaban piel y llegaban a celular, otras en cambio hacían un recorrido más o menos extenso por el tejido celular tangencialmente al plano cutáneo, y otras quedaban profundamente enclavadas en plena articulación.