Muy a menudo se lee en comunicaciones oficiales y no oficiales, que el carbón, la carie, y el polvillo ocasionan en los cereales, especialmente en el trigo, avena y maíz efectos desastrosos, produciendo en las cosechas mermas que se elevan de un décimo hasta un tercio, y aún hasta la mitad de la producción total, según mayor o menor intensidad de la enfermedad en un año dado; al mismo tiempo se aconseja al agricultor “sulfatar” la simiente como medida eficaz y segura.
Por otra parte, se acusa frecuentemente al agricultor de ser culpable de tan elevadas pérdidas en las cosechas por su negligencia y excesiva comodidad al efectuar la siembra, porque aparentemente no ha efectuado el sulfatare de la simiente, vale decir, que no ha aplicado el santo remedio contra la mayoría de las enfermedades criptogámicas de los cultivos industriales. Y si el agricultor, en propia defensa, alega que ha ejecutado concienzudamente todas las indicaciones de la ciencia oficial sin haber conseguido conjurar las pérdidas en la producción esa misma ciencia oficial le demuestra sin vacilación lo contrario, valiéndose de una interpretación arbitraria de fenómenos biológicos del vegetal, de fenómenos meteorológicos y’de reacciones químicas a que el grano está expuesto ya sea en el remedio ya sea en el suelo.
Las siguientes líneas tienen por objeto aclarar conceptos y justipreciar las medidas indicadas por una parte y efectuadas por otra, lo que permitirá también establecer responsabilidades.