Según el marco planteado por Litwin (2008), las prácticas docentes han sido interpretadas desde tres corrientes teóricas diferentes que han posibilitado sentar las bases para pensar la enseñanza y la formación docente; desde la perspectiva de cada una de ellas se han destacado ciertos aspectos de la enseñanza, en detrimento de otros. En uno de esos marcos interpretativos, que la autora presenta como la perspectiva clásica, y que se ubica temporalmente entre las décadas de los cincuenta y sesenta, el foco estuvo puesto sobre la planificación y sobre la anticipación de la clase. La segunda de las corrientes, se desarrolla durante los setenta y ochenta, sufre el impacto de la ciencia cognitiva y el énfasis pasa a estar centrado en la reflexión después de la clase. La tercera, no se interesa por el a priori o el a posteriori de la clase, sino que sitúa el acento en su transcurrir. Deja de pensar al docente como un buen planificador o como un mero reflexivo para visualizarlo como un educador en el que la intuición (no necesariamente ajena a la reflexión), el manejo de diferentes estrategias, así como la identificación de los momentos oportunos para hacer uso de ellas, son sus rasgos característicos.