Constituyendo una parte neurálgica e inmensa de los espacios comunes globales, los océanos y mares han sido, son y serán el escenario de diversas tensiones y objeto de disputa entre los Estados. Las aguas no solo son entendidas como fuentes de recursos vitales y como medio de articulación del comercio mundial, sino que conllevan intrínsecamente la función geoestratégica de materializar el dominio y la proyección del poder de los actores globales.