Al momento de asumir la Presidencia de los Estados Unidos, Joseph Biden acumulaba ya una carrera política profunda, y de un recorrido notable durante sus años en el Comité de Relaciones Exteriores.
Allí es donde establece un punto de vista estratégico, basado en el consenso, la apertura del diálogo diplomático, y la no intervención militar directa. Estos objetivos que volverían problemática la posición de EEUU frente al concierto internacional. En 2021, su política exterior en Medio Oriente exhibe varias cuestiones, que pueden vislumbrarse como oportunidades, pero también como desafíos a su administración.
Para el caso de Israel, debido a su historia pasada de acercamiento a Golda Meir, pero de antagonismo con Menahem Begin, al momento del presente, ponen en tensión los efectos de las políticas que su antecesor, Donald Trump, extendió sobre la región durante su mandato.
Teniendo en cuenta, además, que las escuelas de política exterior israelíes siempre se han caracterizado por su pragmatismo (Status Quo o Momentum), se pone de manifiesto que cada dirección que Biden asuma resultará en otra toma de decisiones en la Knesset. Y, por consiguiente, no siempre se reflejarán las opciones norteamericanas.
En dicho marco de inestabilidad es que emerge la pregunta: ¿Qué es lo que significa que Biden esté de nuevo en un rol gubernamental, esta vez como presidente, para Israel? Para responder a esta incógnita, debemos observar en retrospectiva los antecedentes de Biden en el Comité de Relaciones Internacionales, las escuelas israelíes de política exterior, y posteriormente, analizar cada una de las oportunidades y desafíos que se vislumbran en la región.