A partir de 1810 la Argentina comenzó a sostener su soberanía tratando de superar la condición de colonia. Se estableció como un país formalmente independiente. Pero la entonces estructura económica mundial y la división jerárquica y espacial del trabajo, junto a la complicidad política de las elites nacionales, muchas veces le impedían quebrar o reducir la dependencia paracolonial.
Sin embargo la precariedad como Estado, las luchas intestinas y las amenazas externas, no fueron obstáculos para que en todo momento el país buscara el reconocimiento internacional como unidad política.
En el análisis del pasado no podemos obviar la relación entre el proceso que se desarrolla y las categorías que en esa circunstancia pretenden representarlo.
Justamente, el reconocimiento internacional como actor estatal fue el gran objetivo de la política exterior de la época. No había posibilidad alguna para considerar que la Argentina se incorporaba al mundo como país periférico, cosa que se pudo interpretar desde la contemporaneidad.
A doscientos años, a pesar de las épocas de esplendor, esta situación no ha variado.