En un libro que todavía se mantiene como una estimable contribución argentina al estudio de la juventud, Aníbal Ponce sustentaba su tesis interpretativa en “la ambición” y “la angustia” de los adolescentes. En la búsqueda del yo, surgen problemas de identidad y de orientación según modelos humanos encarnados, reales, del entorno sociocultural o de ficción, héroes literarios o bien históricos, con esa realidad construida a partir de las fuentes documentales. Iniciados en el camino hacia sí mismos, los adolescentes encuentran obstáculos en la relación con los otros: los condicionantes económicos y sociales de la autorrealización, las tensiones y los conflictos en el autoafirmarse traen sus secuelas de frustración, de incomprensión y azoramiento ante el mundo adulto, a veces definitivos (y el suicidio como salida). Los estados anímicos convergen en la incertidumbre, la confusión, el sentimiento de desamparo y desprotección en un mundo hostil que constriñe a la propia persona y desarticula y desdibuja el proyecto del yo.