Entre 1910 y 1930, los fastos por el primer centenario de las independencias argentina y uruguaya establecieron dos hitos simbólicos en el Río de la Plata que enmarcan muy densos problemas culturales. Especialmente aquellos que se vinculan a una inédita búsqueda de identidad en la región, que cobró especial impulso cuando en la “gran guerra” se vieron pulverizados los paradigmas civilizatorios del mundo occidental. La cultura científica asociada al mundo anglosajón quedó ensombrecida junto a elites que detentaban su autoridad normativa sobre las sociedades modernas, cuando un creciente afán democratizador se articuló con reacciones culturales que conllevaban un claro signo: aquella cultura científica, forjada en el tránsito de la ilustración hacia la revolución industrial, pasaba a ser vista también como la principal causa de deshumanización, al legitimar una superioridad de individuos, grupos sociales y/o naciones, capaz de ser invocada al momento de emprender expansiones imperiales. La particular realidad insular inglesa que alimentó el núcleo duro de un pensamiento que aunó a Malthus, Spencer y las relecturas intencionadas de la darwiniana struggle for life, dejaba de ser un fascinante espejo para nuestra región y se convertía, en cambio, en el fundamento del desastre mundial.