La fiebre tifoidea, enfermedad infecciosa, contagiosa, endémica y epidémica, constituye aún un problema incompletamente resuelto en lo que se refiere a su terapéutica específica. Desde mediados del siglo XXIX, en que se incorpora como entidad clínica, la fiebre tifoidea existe en forma endémica en todas las regiones en que el hombre habita, habiendo marcado un jalón en el conocimiento de la enfermedad la descripción de Eberth, en el año 1880, del bacilo tífico y su aislamiento por Gaffky en 1884. Con esto comienza su estudio científico.
Por otra parte es incuestionable la influencia que ha tenido en su tratamiento, el conocimiento de que no se trata de una enfermedad localizada en determinado órgano, sino del prototipo de las septicemias médicas, con variadas localizaciones (aunque preponderantes en el intestino) y con tanta diversidad de cuadros clínicos que, muchas veces sólo los hallazgos de laboratorio han permitido incluirlos en una misma enfermedad.
Encararemos a continuación el tan importante tema de la profilaxis de la fiebre tifoidea y en seguida haremos algunas consideraciones sobre su tratamiento sintomático y los intentos de tratamiento específico que se han realizado, especialmente con referencia a los promisorios resultados obtenidos óptimamente con un nuevo antibiótico: la Cloromicetina.