La marginalidad como principio de reconocimiento de los personajes es una de las claves estructurales de dos novelas del argentino Osvaldo Soriano (1943), Triste, solitario y final (1973) y El ojo de la patria (1993). Dicho reconocimiento se opera a partir del carácter antimodélico de los personajes, no sólo a través de su comportamiento en el seno de la ficción en sí, sino sobre todo a partir de la comparación con un referente extratextual con el que traban relación ambas obras, el correspondiente a los personajes típicos de la novela policial y de la novela de espionaje respectivamente.