Dentro de las herramientas que la globalización ofrece a los movimientos terroristas, resalta la “porosidad” de las fronteras estatales, donde los paisajes geográficos están dando paso a paisajes étnicos, multimediáticos, tecnológicos y financieros” (Rosenau, 1996). En otras palabras, las tecnologías de la información y comunicación (TIC) modernas ofrecen un alcance casi ilimitado a la propaganda del terror, especialmente en las sociedades más integradas con estas. Es que el miedo y la incertidumbre, golpes a la conciencia, tienden a condicionar más a medida que son más cercanos. La táctica terrorista obtiene cierto éxito cuando la comunidad deja de creer que el Estado tiene el monopolio de la coacción física. Por ello, en palabras de Laqueur (2003), “el asesinato indiscriminado (…) presenta ante una luz dramática [y sorpresiva] las exigencias de los terroristas, generaliza una atmósfera de miedo y desacredita al gobierno por su incapacidad para suprimirlo”. Además, genera la reflexión social acerca de cuáles son sus alcances real y potencial.