La narrativa de Cortázar de la década del sesenta aparece, en gran parte, como tributaría de los procedimientos y matices estéticos propios de la vanguardia: de Historias de cronopios y de famas, de 1962, a Último round, de 1969, se encuentran gran cantidad de textos que abundan en procedimientos y preocupaciones estético-culturales de cuño vanguardista. En los textos cortazarianos pueden identificarse muchas de las inquietudes de los movimientos históricos de vanguardia de las primeras décadas de este siglo: negar las características principales del arte autónomo, la separación del arte respecto de la vida, la producción individual, y la recepción individual; todo esto con la intención de superar la autonomía reconduciendo el arte hacia la praxis vital.