Al comenzar 1982 el matutino no sólo podía contabilizar el incumplimiento de los anuncios militares de 1976 sobre el desmantelamiento del Estado creado por el peronismo, sino que además debía lamentar que la dictadura le haya incorporado la controvertida empresa papelera. En otro orden observaba con pesar que el estado de sitio instaurado por Isabel Martínez y la legislación lesiva de la libertad de expresión no sólo no habían sido dejados sin efectos ante el anunciado aniquilamiento de la guerrilla, sino que además seguían siendo utilizados contra los hombres de prensa.