Desde que nos conocimos en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata a mediados de los años sesenta, hasta nuestro último encuentro en la Academia Nacional de la Historia a fines de 2008, la vida profesional de Carlos Mayo y la mía estuvieron en estrecho contacto. Por eso no puedo mirar hacia atrás sin encontrarlo en alguna clase de historia cuando cursábamos nuestra carrera, en jornadas y congresos, cuando iniciamos nuestras investigaciones, en reuniones de profesores cuando empezamos a enseñar en la universidad, en reuniones de amigos y colegas cuando los tiempos fueron adversos. Como al recordar esas circunstancias estaría, en buena medida, contando mi propia historia, prefiero enfocar estas líneas en la tarea de Carlos como historiador.