En la década de 1980, principalmente a raíz de enriquecedores diálogos interdisciplinarios, los historiadores comenzaron a descubrir que el catolicismo no había sido ni invencible ni uniforme en el continente. Merecía, por lo tanto, un estudio más profundo. En la Argentina, primero los colonialistas y luego los investigadores del siglo XX, comenzaron a admitir la imperiosa necesidad de un análisis crítico, racional e imparcial de la acción de la Iglesia, para alcanzar una mejor comprensión de aquellas sociedades que componían su campo de estudio. Dentro de ese revisionismo de los colonialistas, Carlos Mayo comenzó claramente a destacarse. (Párrafo extraído del texto a modo de resumen)