Las reflexiones precedentes se plantean para señalar que una información que no se comunica no tiene utilidad social y una gestión sanitaria que no se desarrolla teniendo en cuenta la comunicación no tiene seriedad profesional.
Estas reflexiones no son ociosas, ya que, con frecuencia, la información sanitaria no se reúne o procesa con oportunidad o no se comunica para ofrecer retroalimentación a la gestión. A la inversa, la gestión otras veces no la requiere o no la atiende por privar el criterio de la absoluta arbitrariedad en las decisiones –que en nuestro medio irónicamente suelen llamarse “decisiones políticas”– o por desconfianza en su valor.
Se ha señalado precedentemente que la organización de un efector de salud se planifica y gestiona de acuerdo a indicadores demográficos, sociales, ecológicos y epidemiológicos.
Se referirá aquí la organización de un efector de salud que gestiona de acuerdo a indicadores específicos. De ellos la mayoría son clásicos y normatizados. Pero de ninguna manera quien planifica y gestiona debe ceñirse a ellos. Hay indicadores que se elaboran según las situaciones y necesidades.
En tal sentido, dependen de la habilidad y perspicacia de los protagonistas que deben crearlos según los casos.