Una característica de la Edad Moderna es precisamente la distinción tajante entre la esfera pública y la esfera privada, con una notable jerarquización valorativa a favor de la primera, por ser considerada el espacio privilegiado donde se desenvuelve el acontecer político y la deliberación ciudadana respecto de sus problemas en común. De manera simultánea, los afectos, el cuidado de las personas y la reproducción de la vida quedan relegados (y menos considerados) al mundo privado. Al respecto, diferentes autores destacan el papel histórico de los medios de comunicación escritos en el fortalecimiento de la toma de decisiones de la ciudadanía, desde la puesta en circulación de la información - considerada como un bien público - hasta la apertura de espacios de debate y acción.