Lo que debió ser una celebración anual de domingo de Pascua y Resurrección se convirtió en un baño de sangre. Ocho atentados suicidas fueron perpetrados en tres iglesias cristianas y tres hoteles de lujo en la ciudad de Colombo, capital comercial de Sri Lanka y una de las más poblabas. El saldo: más de 350 muertos y 500 heridos, según las últimas estimaciones de las autoridades del país insular. Terroristas suicidas fueron los protagonistas de los ataques a los hoteles de lujo ubicados en la costa: el Cinnamon Grand Hotel, el Shangri La y el Kingsbury, y a la iglesia de San Antonio; en tanto, bombas habrían sido detonadas en la iglesia San Sebastián de Negombo y otra en la ciudad de Batticaloa, situada en la costa oriental de la isla. Horas más tarde, completando la serie de ocho explosiones, dos nuevos estallidos fueron registrados; uno en el hotel Dehiwala, en un suburbio de Colombo, y el otro en Orugodawatta, en el norte de la capital comercial. Esta serie de atentados han sido los peores ataques que ha sufrido Sri Lanka desde el año 2009, cuando finalizó la guerra civil que duró 26 años y enfrentó a la mayoría budista contra la minoría hindú Tamil, causando la muerte de más de 100.000 personas. A raíz de estos trágicos episodios el temor a la guerra civil reverberó y el gobierno dispuso el estado de emergencia, el cual concede a la policía poderes especiales para detener e interrogar a cualquier sospechoso sin necesidad de una autorización judicial.