En 1880 se descubren los "cristales piezoeléctricos", los cuales posibilitaron transformar los pulsos eléctricos en ondas de ultrasonido y convertir las ondas reflejadas en pulsos eléctricos.
Durante la Segunda Guerra Mundial las ondas de ultrasonido fueron utilizadas para detectar submarinos, mediante el sistema conocido como SONAR (Sound Navigation and Ranging). A partir de ese momento, este principio fue adaptado para la visualización de tejidos y líquidos de humanos y de animales. El primer sistema basado en el ultrasonido para inspeccionar el abdomen y la cavidad pélvica se basó en una técnica similar al sonar. En un tanque de agua fue sumergido el paciente y un transductor ultrasónico giraba alrededor de la persona. El constante progreso de la física y la medicina han permitido el desarrollo de los traductores de contacto.
Este avance, permitió colocar los traductores directamente sobre el paciente, evitando el uso de agua para la transmisión de las ondas de ultrasonido y sus ecos.