La industria veterinaria comenzó a desarrollarse de forma independiente en Argentina durante la tercera década del siglo XX. Previo a esto, el rubro basaba sus soluciones en medicamentos generados por medio de recetas magistrales para el caso de los grandes animales, así como también en la adaptación de medicamentos destinados a los seres humanos para su uso, por ejemplo, en pequeñas especies (mascotas). Esta situación se daba en convivencia con la importación de determinados productos como suero y virus contra la Peste Porcina provenientes de los Estados Unidos y, ocasionalmente, algunas vacunas como aquellas contra la rabia y el carbunclo bacteriano, enviados a nuestro país desde el Instituto Pasteur, de Francia.