En el Siglo XXI hemos presenciado el nacimiento y consolidación de grandes poderes, poderes regionales y potencias medias que reconfiguran el sistema mundo y cuyos acuerdos y expresiones de cooperación han permitido el devenir de un sistema multipolar. El centro de poder se ha diseminado y propagado en múltiples locaciones cuya adquisición permite el incremento de poder y/o influencia para un país o conjunto de países. Es a partir de ello que los conflictos geopolíticos reinan al interior de las relaciones internacionales. Asimismo, la valoración impuesta por los Estados en una zona responde a la concepción de que su presencia en ella permite el incremento de su posición en el sistema internacional y del poder que se convierte en mayor capacidad de presión y coerción.
Asia Pacífico ha renacido como la nueva zona de disputa donde los países pondrán en juego sus elementos de poder, alianzas, capacidad de respuesta y de batalla. Indudablemente cuando hacemos referencia a Asia es menester mencionar a la República Popular de China.
El despliegue de China en la búsqueda de consolidar su propio espacio de influencia ha complejizado el entramado de capacidades a disposición de los países que decidan intervenir en esta nueva disputa geopolítica: la lucha por Asia Pacífico. “Estamos presentes ante un conflicto bélico en el que se combina tecnología en los espacios comunes (aéreos, marítimos, espacial) y un cuarto espacio que puede generar estragos, el espacio digital” (Battaleme, 2021, p.4).
En el presente artículo, intentaré abordar las principales ideas que rodean la disputa entre Estados Unidos y la República Popular de China en el marco del incremento