Si se busca en la obra del lingüista argentino Juan B. Selva un principio generador, una preocupación que por su reiteración sea el punto de partida, unas veces, el de llegada, otras, de todas las páginas que escribió, ese principio vertebrador es, sin duda, el de la unidad del castellano. "La unidad del castellano’’ fue la fórmula que se difundió en nuestro siglo para denominar una vieja cuestión —normalmente problemática y con frecuencia conflictiva— que comenzó con la expansión atlántica del castellano: la cuestión de cómo habrían de insertarse las variantes americanas en el caudal común de la lengua.