Un juicio bastante corriente suele presentar a los modernistas como conocedores, si no profundos, por lo menos con cierta amplitud de las letras clásicas. Y tal particularización suele también acompañarse —en casi obligada referencia comparativa— con la alusión a la no muy firme versación clásica de los románticos. Verdad es que los últimos no hicieron mucha ostentación de tales conocimientos. Y que, sobre todo en ciertos sectores (y tiempo), reaccionaron abiertamente contra lo que pudiera vincularse a los antiguos escritores griegos y romanos. Sin embargo, esa comprobación no debe hacernos olvidar que, más allá de temas y mitologías, los románticos no volvieron la espalda a tradiciones cultas de indudable prestigio. Hubo, además, buenos traductores. Y no sólo eso: también en el siglo xix hasta nacieron intentos de adaptar formas de la métrica clásica a la versificación moderna.