Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas (Me., XVI,15), bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt.,XXXVIII, 19).
Tal la misión que el Divino Maestro deja a la Iglesia, ya que, por la naturaleza del mandato recibido por los apóstoles, no se limitaba a ellos sino que habían de tener sucesores: los misioneros. De las palabras de Cristo, se desprende que no existe diferencia específica entre ser predicador en la propia nación o en naciones extrañas.