La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que en su momento supo actuar ante la crisis secesionista de Bolivia en 2008, ha ido perdiendo relevancia como espacio regional de mediación de conflictos. En los últimos años esta pérdida de relevancia de la UNASUR fue acentuándose cada vez más, en especial frente a la crisis venezolana y ahora respecto de la situación en Brasil, donde sus miembros no se han expresado concertadamente, sino más bien de una manera que acentúa la fractura de la región. La Argentina ha manifestado a través de un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que “respeta el proceso institucional que se está desarrollando y confía en que el desenlace de la situación consolide la solidez de la democracia brasileña”, Ecuador expresó “su profunda preocupación por los acontecimientos políticos acaecidos en la República Federativa de Brasil” y el mandatario venezolano Nicolás maduro sostuvo que “el golpe de Estado en Brasil es una señal grave para el futuro de la estabilidad de todo el continente”, por mencionar sólo algunos ejemplos de lo dispar de los diversos posicionamientos externos respecto de la situación que vive Brasil.