Nicolás Avellaneda encontró la frase exacta y breve, para calificar a una de las cuestiones más graves y vitales de nuestra historia: “el problema secular”. Así era y así es: el problema que se presentó de manera invariable, aunque bajo diversos aspectos, en los distintos momentos de nuestra vida nacional; que se ramificó en otros, abarcando en su fronda a muchos aparentemente desvinculados o lejanos a él; agudizándose, postergándose, solucionándose por las armas, en debates, en congresos, sólo por instantes puede decirse, para tornar luego con mayores asperezas y planteando nuevas dificultades cada vez.