Las dos décadas corridas entre las dos guerras mundiales, período de paz más aparente que real, han ofrecido en el terreno literario, tanto en Europa como en América, el espectáculo de incesantes y afiebradas búsquedas. Tras el derrumbamiento de un mundo de valores culturales y estéticos, y en un ambiente de crisis moral, los hombres se han encontrado frente al misterio de su propio yo, frente al misterio de un cosmos que parecía reentrar en un informe caos, y han sentido la necesidad de dar forma a los oscuros impulsos de su alma y a las abigarradas impresiones de ese trastornado mundo exterior. Todo esto se ha traducido en obras que responden, ya a tendencias más o menos homogéneas y capaces de recibir una designación común aproximadamente exacta, ya a esfuerzos individuales y aislados, pero no por ello menos significativos ni menos característicos del agitado tiempo que los vió nacer.