Es muy difícil saber, en verdad, si es lícito, dentro del siglo de oro español, hablar acerca de un estilo común en los escritores místicos. Y aunque ya la expresión "estilo común" encierra no pequeña contradicción, porque la individualidad del estilo, aplicada a la materia lingüística, se evade de toda aproximación a lo común, sin embargo puede superarse la oposición de estos términos, para encontrar un orden invisible, en el cual se dispongan las individualidades estilísticas, según su objetivación literaria. Sólo así pueden aceptarse fórmulas históricas como estilo bucólico o estilo barroco. Aquí se han borrado, por compenetración, los límites entre escuela, corriente, estilo. Pero, si conservamos para el término estilo la resultante de la unión sustancial entre la materia indefinida de la lengua y la unidad vivida, afectivo-lógica, del escritor, es evidente que sólo existen determinaciones individuales, que se extienden, por diversos impulsos y causas, a múltiples zonas literarias.