No es novedad que Estados Unidos se presenta como la panacea para millones de centroamericanos cansados de sociedades violentas, desbordadas por la criminalidad, acorraladas por la exclusión y estancadas en la marginalidad. Lo que sí parece ser nuevo es la cantidad de niños, migrantes e ilegales, que se trasladan solos al país del norte en busca de un mejor horizonte.
La magnitud del fenómeno ha llevado al presidente Barack Obama a considerarlo como una Crisis Humanitaria que ha forzado la creación de centros de recepción donde se alberga a los menores antes de deportarlos a sus países de origen. En especial teniendo en cuenta que existen fuertes vínculos culturales, de población y demográficos entre Estados Unidos y los países del Triángulo Norte por lo que se considera que hay que trabajar en una visión común, solidaria y en un programa de colaboración y cooperación. Aunque el presidente norteamericano reconoce que su país es tierra de inmigrantes, hace principal hincapié en que la migración desordenada pone en riesgo a las personas y en que es necesario respetar a quienes siguieron el proceso legal establecido para ingresar a ese país.