El tema es, en suma, el problema filosófico de la educación.
Desde luego, diré que, para mí, la educación es, con relación a la filosofía, como el arte con relación a la ciencia; es decir, que no puede ser buen educador quien no es filósofo. Educar es conducir, es llevar. Pero, ¿adónde conducir? ¿Adónde llevaremos a los hombres? ¿Cómo formaremos sus destinos, si no nos empeñamos antes en averiguar cuáles son éstos? La educación no puede reivindicarse, como estudio propio, por el psicólogo, ni por el biólogo, ni por el historiador, ni por el sociólogo. Es indispensable mayor amplitud en el punto de mira. Es indispensable contemplar los problemas de la educación desde un punto de vista más alto; hay que subordinar todos esos problemas - me atrevería a llamar secundarios - de la educación, desde el punto de vista biológico, fisiológico y psicológico, a este punto supremo de la educación desde el punto de vista filosófico. Porque sólo la filosofía práctica abarca en su totalidad, como síntesis, la meditación ordenada de las cosas del mundo en función de las cosas del espíritu; y sólo merced a esta ordenada meditación de las cosas del mundo en función de las cosas del espíritu, es posible averiguar cómo hay que conducir a los hombres, cómo hay que formar su carácter, cómo hay que integrar sus personalidades. Por consiguiente, corresponde la educación a la filosofía, como corresponde un arte a una disciplina fundamental. Esta disciplina fundamental es la filosofía general.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)