La reputación póstuma del autor de "Life and Habit", no ha destacado hasta ahora sino el aspecto imaginativo de su obra: su novela y sus dos fantasías filosóficas. Toda su producción científica no ha salido de la sombra a que la relegara, hace cuarenta años, el desdén irritado de los pontífices del darwinismo. Apenas si la renovación de las teorías sobre la propiedad mnemónica de la substancia viviente ha hecho recordar su nombre, como el de un precursor, en algunas obras y revistas especiales.
Y este recuerdo, cuando no se reduce a una simple mención, va acompañado, por lo general, de algún aparte inexacto o injusto.
Recientemente Vernón Lee aludía a las "paradojas del noyelista Butler", sin detenerse a considerarlas ni a indicar el valor relativo que la tesis mnemónica tiene dentro del sistema de ideas del autor de "Unconscious memory". El lector desprevenido - ¿qué lector no lo es?- debe haber supuesto que el escritor así descartado fué uno de los tantos literatos afectos a realizar incursiones por el campo de la ciencia con el bagaje ligero de la información periodística y las botas de siete leguas del héroe de Perrault.
Nada menos exacto: Samuel Butler fué, ante todo y sobre todo, un filósofo, a phylosophical writer como el prefería llamarse. Toda su producción literaria, artística y crítica, está penetrada y dirigida por un concepto profundo que el desarrollo del pensamiento científico y filosófico en el siglo presente tiende a confirmar: la imposibilidad de explicarse la evolución del mundo orgánico basándose ya sea en el mecanismo puro o en el finalismo trascendente.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)