Un eupátrida, Clístenes, de la familia alcmeónida, caudillo del patriciado durante la emigración, ganó finalmente la Acrópolis y se propuso contrarrestar la reacción pisistrátida capitaneando a los paralianos, a la clase media y a muchos nobles transigentes. Sus primeros actos fueron de una audacia desconcertante. Sus reformas constitucionales quitaron a los aristócratas toda esperanza de reconquistar privilegios y, contra la Montaña, dictó la ley de ostracismo, cuya severidad impediría en adelante la repetición del caso Pisistrato. "Si se quiere fundar la democracia - dice Aristóteles - se hará lo que Clístenes hizo entre los atenienses: se establecerán nuevas tribus y nuevas fratrias; a los sacrificios hereditarios de las familias se substituirán sacrificios en que todos los hombres serán admitidos, se confundirán cuanto sea posible las relaciones de los hombres entre sí, teniendo cuidado de destruir todas las asociaciones anteriores."
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)