La tuberculosis se encuentra en una nueva situación, en la patología médica. De su casi invencible posición, está pasando lenta y seguramente al campo opuesto.
La ciencia médica acrecienta día a día sus armas de lucha, y los médicos contemporáneos, saben que un tuberculoso puede y debe curarse. B.C.G., estreptomicina, dispensarios, institutos espléndidamente dotados, Aspectos sociales y médico-sociales de lucha, y aún más recursos, se unen para hacer menos pavoroso el problema de esta enfermedad.
Pero la tuberculosis se retira ordenadamente. Es lógico pensar que una enfermedad tan proteiforme y múltiple como ella es, tenga aún, localizaciones y formas clínicas arduas para el tratamiento. Una de ellas, quizás la peor, es la meningitis tuberculosa. Los más grandes tisiólogos del mundo así lo comprenden. Están todos de acuerdo, que el estudio de la meningitis tuberculosa debe ser revisado íntegramente.
Los niños afectados de esta localización, se encuentran ubicados dentro del problema del diagnóstico, del pronóstico y aun del tratamiento, en una situación completamente distinta a la que se encontraban hace diez años. Antes de la era de la estreptomicina, se enseñaba la meningitis tuberculosa así: su sintomatología clásica, su anatomía patológica, su diagnóstico diferencial (era lo único importante y práctico) y finalmente su pronóstico inexorable. Su tratamiento era apenas sintomático.
Hoy la meningitis tuberculosa, es una nueva enfermedad. Tiene todo lo que antes la caracterizaba, pero, la posición de espectador del proceso del médico, hoy es totalmente opuesta. Un médico puede salvar un niño. Los nuevos aspectos clínicos y terapéuticos de la enfermedad serán el objeto de esta tesis. En realidad estamos ante el mismo problema, si que encarado bajo distintos ángulos.