En otra ocasión me ocupé de la plaga del repentismo. Lo hice de camino, aprovechando una oportunidad propicia. Mas como el asunto es jugoso e involucra una grave cuestión de cultura, me parece lícito retomarlo y hacerlo foco de una nueva meditación. Nada de lo tocante a las letras -pan del espíritu, como las otras expresiones del arte- debe sernos indiferente. El hombre culto, pues que no es un saco de vísceras sino un microcosmo solicitado por apetencias superiores, las necesita como levadura de su vivir orgánico. De ahí que los problemas literarios, aparentemente problemas de lujo, tengan, bien miradas las cosas, trascendencia social, tanta como los económicos y científicos.