La perspectiva de la cátedra de Comunicación y educación supone abordar lo educativo no ceñido a la escuela como único referente empírico, sino como una categoría inestable y como dimensión de análisis de los procesos de comunicación más o menos institucionalizados, que siempre, de algún u otro modo, implican una subjetivación de género. En otras palabras, lo educativo permite pensar en la eficacia discursiva de las instituciones y procesos de la cultura a la hora de formar sujetos/as generizados, de educar en el género, normar y nominar las formas delo posible, lo aceptable, lo deseable, y, por tanto, lo prohibido.
En este marco, y por más que resulte paradójico ligar educación con cárceles, en tanto éstas últimas han sido concebidas como dispositivos donde prevalece el castigo, la austeridad y la tortura; también se presentan como espacios a investigar e intervenir desde comunicación/educación en tanto allí se producen y circulan determinados sentidos y prácticas de género, particularmente disciplinarias; pero como veremos a lo largo del capítulo, también de resistencia.
El paso por la cátedra de Comunicación y educación significó una ampliación en la mirada sobre la cárcel como institución, donde también ocurren procesos educativos. No clausurarla por su rasgo punitivo sino contrariamente, abrir los entramados del poder, para mirarlos en clave de género. ¿Qué pedagogías de género están presentes en los discursos punitivos y penitenciarios hoy?, ¿cómo el paso por una institución de encierro interpela al cuerpo, la identidad y el deseo de las mujeres privadas de la libertad?, ¿qué prácticas cotidianas de resistencia despliegan y qué rol juega la sexualidad?, ¿cómo los sentidos de género y las instituciones del afuera, en particular la familia, demarcan las trayectorias y formas de sociabilidad de estas mujeres?, ¿cómo se re-constituyen como sujetas de la cárcel?, ¿qué significa estar presas?