La tradición occidental se basa en mirar en lugar de escuchar. En nuestra tradición, escuchar está al servicio de mirar, especialmente en lo que respecta a la enseñanza. A partir de un momento determinado de la cultura griega, el maestro ha enseñado a sus discípulos lo que él ya ha percibido; es decir, lo que ya ha visto. El mundo entero se transforma, de alguna manera, en un conjunto de objetos que el maestro tiene que percibir -es decir, ver- de un modo apropiado, y ordenar dentro de un mundo paralelo gracias a su lenguaje, su lógica lingüística, su logos. Las discusiones, los presuntos diálogos, entre maestro y discípulo, están basados en la correcta percepción de las cosas u objetos del mundo y su correcta distribución en un todo. Gracias a su logos, el maestro construye una especie de duplicación, una suerte de duplicación mental, de la realidad externa. Él toma el mundo externo y construye una especie de mundo paralelo que siempre mantiene a mano.
Ciertamente, la construcción de este mundo siempre a mano es algo extremadamente difícil: la pregunta es cómo transformar una realidad presente, múltiple y variada, en un único mundo siempre a mano.