El enorme desarrollo de la actividad económica moderna no habría sido posible sin el uso del crédito, el cual es administrado por empresarios que ejercen intermediación entre las personas que tienen disponibilidades y las que necesitan tomar en préstamo. Tales intermediarios se han especializado en este género de operaciones. El progreso de la técnica bancaria permite multiplicar la velocidad en la circulación del dinero, y acrecentar enormemente su rendimiento en intereses.
Cuando la función bancaria no es desempeñada por instituciones del Estado, o por empresas que sigan fielmente la política económica del Estado, los bancos suelen ceñir su propia política a la doble preocupación de obtener ganancias máximas y asegurar el reintegro de los préstamos, despreocupándose —ya sea por inconciencia o por indiferencia— de las consecuencias lesivas que para la producción y el trabajo puede determinar cualquiera alteración en el manejo y el volumen del crédito.