La Universidad tiene ante sí una tarea ardua que afrontar: la de imprimir coherencia a las técnicas y disciplinas que la civilización ha elaborado, poniéndolas al servicio del hombre.
No hemos de limitarnos a persistir en las viejas funciones tradicionales, sin contacto con la realidad contemporánea, permaneciendo reacios y ajenos a los hondos cambios operados en el mundo e ignorando los nuevos territorios incorporados al acervo de la vida colectiva por el saber y la técnica.
El panorama vital humano se ha transformado profundamente y fuera de la Universidad no existe órgano social alguno capacitado para coordinar y sintetizar la totalidad de innovaciones técnicas, actividades creadoras y corrientes ideológicas, estéticas o pragmáticas que constituyen el vasto y complejo ámbito de la existencia moderna. La Universidad, pues, debe emprender esa tarea. Claro está que propósito de tanto alcance no se puede lograr rápidamente. El cumplimiento de una labor constructiva y trascendente como ésta, reclamará muchos años de perseverante esfuerzo y la colaboración de profesores, facultades e institutos. Pero es preciso iniciarla: con urgencia, trazar líneas divisorias entre la técnica instrumental y los fines esenciales, modeladores del hombre, proyectar el conjunto de esos fines, intensificar sii acción y su cultivo.
En este primer esbozo he procurado planear un esquema orientador que suscite la atención y el interés de los estudiosos y pueda servir de tema para sucesivas deliberaciones. A nosotros, iberoamericanos, nos corresponde la ímproba tarea de descubrir y aplicar la técnica del espíritu, integrando, de ese modo, el tecnicismo mecanicista.